Playas de vidas: novelas cortas

Playa de \'idas 175 (Perplejidad. Vean cómo tenuemente se colorea su rostro marfileño. Disimulo) . -¿A quién? A nadie. Miraba hacia aquella mujer des- conocida que se sienta en ... -Ah, sí, ya sé. Y de fijo está usted enamorándose de ella. -No. -¿No? apostaría cualquier cosa a que su aburrimien- to de esta noche ... ¿Le gusta a usted esa mujer? Yo la encuentro bonita, pero un poco enfermiza, demasiado es- tilizada. Si quiere se la presento. (Oído a la autodelación). -¡Cómo! Pero, ¿la conoce usted? -Sí; desde hace tiempo. Quizá no se acuerda de mí, pero eso no importa. La edad permite cierta confianza con las mujeres jóvenes. Pero, querido Alberto, me ha preguntado usted de un modo por ella que ... Tendré que sospechar algo. -¿Sospechar qué? -Por si acaso, le advierto que es una mujer peligro- sa y delicadísima. Peligrosa, porque es muy propensa rl. los coqueteos. Delicadísima, porque realmente lo está. Al extremo de que ella no puede aceptar el amor. No resis- tiría más de una semana de fiebre pasional. Todo lo más <;_ue le aconsejo con ella es un flirt intrascendente. Pero, calle: ahi se levanta. Un momento . . . (Señores del público: según ustedes pueden notar, el conflicto ·se complica rápida y espontáneamente. Es que los personajes, cuando se les concede libre albedrío, se

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