Playas de vidas: novelas cortas

1.: Playa de Vidas 173 to al de todo el mundo. Vamos a ver: ¿qué necesita usted para distraerse? (Otro embuste que nosotros debemos disculpar). -Para distraerme? Pues ... la verdad, no lo sé. -¿Que no lo sabe usted? Vamos, querido Alberto, va- . mos. Me está resultando usted un hipocritilla. ¿Quiere que se lo diga yo? A usted, como a todo hombre de fina sensibilidad, le hace falta una ilusión. (Según están ustedes comprobando, señores del públi- co, que no nos equivocamos al hacer el diagnóstico de este nuevo personaje: es un hombre mundano, conocedor de la vida y de los hombres, optimista por escepticismo. Pero no interrumpamos su conversación). -¡Una ilusión! La he querido poner en tantas co- sas . . . En una gran empresa comercial, en un heroísmo, en un trabajo humilde, en los placeres de la vida ... No he podido encontrarla en ninguna parte. -Claro; como que le falta ensayar la principal; casi estoy por decir la única; la ilusión en la mujer, la ilusión en el Amor. -¡Phssss! -Es la más bella ilusión de todas, querido Alberto. Ahora que -la verdad- no se haga usted tampoco de- masiadas ilusiones respecto de esa ilusión. Pero observo que no me escucha. ·Está usted distraído, preocupado, no sP. . . . Acaso le estoy molestando. -No, no; de ninguna manera. Es verdad; estaba dis- traído, pero prometo escucharle. -Ande, Alberto, acompáñeme a tomar una copa. Este "

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