Playas de vidas: novelas cortas

1.72 Rosa Arctniega de vas. Mi amor será más alto y más grande que las monta- ñas de todas las dificultades humanas. Observen ustedes ahora ese brusco cambio de su ros- tro. Mira hacia donde está ella. Se inquieta. Crispadas, son sus manos como dos ganchos lanzados al vacío de lo in- cognoscible. -Pero, ¿esos hombres que la rodean? ¿Por qué les hace caso? ¿Por qué ríe con ellos? Y ese otro, más entro- metido, ¿quién es? ¿Qué es de ella? ¿Acaso? ... No; ella no puede amar a nadie. Sólo dejarse amar. Pero .. . Atención: un caballero de edad se acerca a nuestro personaje. Pelo blanco, profundos surcos -¿producidos por la reja del placer, por la del dolor?- en su rostro; aire cansado, displicente. Perfecto prototipo del hombre mun- dano. Cariñosamente le golpea en un hombro. Hablan. Oi- gamos su conversación sin dejar de observar la totalidad de ese mundo transatlántico que, ajeno a los juegos trá- gicos jugados sobre su costra insensible, sigue rodando por su órbita planetaria. -Caramba, Alberto. ¿Cómo se entiende esto? Ahí el baile, las mujeres hermosas, la juventud . . y ¿usted 2quí? ¡Mal síntoma!, mal síntoma! Le veo a usted ena- morado. (Oído a la mentira). -¿Enamorado? ¡Bah! Aburrido. -¿Aburrido? No lo entiendo. Al menos que tenga usted un concepto de las diversiones completamente opues-

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx