Playas de vidas: novelas cortas

170 Rosa Arciniega blar, pero su boca está muda. Pertenece a la categoría de los tímidos como todo pasional. Ahora, ya lo ven ustedes, podría haberse acercado a ella como lo hacen todos los demás; podría hao rle hablado, oído, estudiado fríamente. Pero prefiere callar. Mientras sigue idealizándola, fornen· tando misterios y conflictos en su interior, esculpiendo un ídolo sobre el ónice de sus propios sueños . . . Vean ustedes; ella vuelve a pasar junto a él. Distraída- mente, sin mirarlo siquiera ... Se hunde otra vez en el caprichoso oleaje del baile .... Los conquistadores de profesión rnndan en torno a la silla de mimbre donde se ha sentado ... Pero observemos a nuestro personaje: tiembla, está tan intensamente pálido que hace pensar en la muerte. Se ha recostado en la barandilla de la borda sin duda para no caer. Es un muñeco trágicamente grotesco al margen dE> este inconsciente baile de la vida. ¡Y aspira nada me- 11os que a ser el protagonista! Resulta, ciertamente, un poco cómica su pretensión. Pero no creo que haya entre ustedes nadie que se sienta movido a reírse. Si ese alguien existe, puede salir del es- condite de nuestra nube olímpica y marcharse. Es que no entiende nada. Nuestro personaje ha tomado su papel en serio. Y todo el que toma las cosas en serio, naturalmen- te, padece. Ahora bien: ¿algun9 de ustedes se atrevería a mofarse de un hombre que sufre por encontrarse encerra- do dentro del aro terrible de una, para él, superior reali- dad? En este objetivo puesto de observación no cabe nin- gún incomprensivo. Especie de semidioses, desde aquí lo

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