Playas de vidas: novelas cortas

168 Rosa Arciniega Sobre el entarimado del escenario, una luz viciosa, su- perrealista, desmayada. Desmayos también de placer de- cc.dente en una orquesta voluptuosa. Sueños, hastío, vi- cio, intrascendencia burbujeando en la blonda ilusión de una copa de champagne. Externamente, fíjense ustedes, no hace falta un de- talle: pecheras blancas, fraques, espaldas y brazos desnu- dos; esp~ritus totalmente escondidos tras la careta enig- mática de unos rostros exquisitamente maquillados. (¡Qué gran director de escena el de este magnífico teatro!). Ocultos tras la nube diáfana de nuestro Olimpo sere- no, nosotros podemos asistir sin ser vistos a esta esplén- dida representación que ellos creen real. Vean; ahí está nuestro personaje. Perfectamente im- puesto de su papel; serio, meditativo, reconcentrado ... ¡Qué interesante con su frac, con su pelo endrino, con sus ojeras profundas, con su color marfileño! Las mujeres le miran; cuchichean a su paso; tímidamente le saludan los burgueses tomándolE> por un rival peligroso . . . (Ya sé lo que ustedes están pensando; en si se acuer- da de nosotros, de sus creadores, de lo que era hace un momento ... No; no se acuerda de nada de eso. Nos tiene por completo olvidados. Es -se cree realmente- un hom- bre libre. Mejor). Mírenlo ahora; se aparta un poco del escenario. Con- templa la profundidad de la noche. Repleto de ansias, en- saya sus alas de ilusión para volar por las regiones ultra- telúricas de los sueños inaccesibles. Se vuelve de pronto. Mira fijamente a ... ¿A quién?

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