Playas de vidas: novelas cortas

Playa de Vidas 163 ted acepte el papel .. Ya veo que sí, que lo acepta. Cla· ro; ¿no va a resultar mucho más atrayente para usted vi- vir la maravillosa mentira de una farsa estética que la vida estúpidamente vulgar que vive usted ahora? ¿no va a querer ser mejor el Alberto soñador y novelístico que ) o "ví" sobre cubierta, que el otro falso Alberto -¿se lla· n~a usted así de verdad?- con un prosaico dolor de ca- beza? (Quedó al descubierto su hipocresía. Reparen ustedes cómo sonríe, cómo se pavonea dándose aires de futuro personaje. Una confidencia sólo para ustedes: los perso- najes son unos ilusos que se dan aires de grandes perso- najes. Sigamos). -Vamos, Alberto; su sonrisa es de aceptación. No hagamos perder más tiempo al público, porque podría im· pacientarse. Descubra su brazo. Voy a inyectarle el virus 2ctivo de una frase simbólica: "Te espero; y cuando lle- gues, tampoco me encontrarás". -Pero ... , pero ¿está usted segura de que los efectos no serán demasiado dolorosos, de que la vacuna no pren- derá en mi organismo demasiado rabiosamente? -Eso dependerá de la capacidad de su fuerza reacti· va. Vamos a verlo. (Adviertan ustedes, señores del público, cómo Alber- tc tiembla ligeramente. Es natural ese estremecimiento ante la inminencia de una transfiguración en el tabor de la fantasía. El va a dejar de ser él para convertirse en otro. Intuitivamente, quizás presiente la angustia trágica de su Oración en el Huerto de los Olivos).

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