Playas de vidas: novelas cortas

Playa de Vidas 161 Puedo asegurarle que viajo por puro placer; que ni me preocupa el pasado, ni el presente, ni el futuro; que ni pienso ni sueño nunca. Mire, la verdad, yo soy un perfec- tísimo burgués sin complicaciones morales. -Sin embargo, Alberto, el día que le conocí me pa- reció usted lo contrario. Le veía tan solo, tan abstraído, a las dos de la mañana sobre cubierta . . Disimulada- mente le estuve escuchando. No sé; me pareció que dialo- gaba usted con usted mismo, que sus ojos bajaban a pa- tinar de vez en cuando sobre la pista opalescente dél mar ... , que, en otros momentos, daban un brinco hacia el trampolín del cielo para balancearse entre dos luce- ros ... , que .. -Bien; pues no hay nada de eso. -¿No? -No; probablemente, esa noche tenía un fuerte dolor dE: cabeza y salí a cubierta a despejarme. (¡Cuánto cuesta convencer a los personajes, Dios mío! Y ¡qué cantidad de malezas, de vulgaridades, hay que ir quemando hasta llegar 'a la purificación artística precisa! Afortunadamente ustedes, señores del público, están asis- tiendo a la gestación de esta novela y pueden juzgar por sí mismos). -Bien, Alberto; todo eso que usted me dice puede ser una verdad. Pero ¿no le parece que podríamos crear otra más bella? (Observen esos síntomas de sorpresa en el rostro de Alberto). -¿Otra? ¿Dos verdades? Pero, ¿cree usted, señora

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