Playas de vidas: novelas cortas

160 Rosa Areiniega es indudable; pero ¿dónde? ¿cuándo? Elaboro la trama de una mentira): -A bordo de un transatlántico. (Alberto mueve la cabeza displicentemente). -A bordo de un tmnsatlántico ... Bien; sí, puede ser. Es ese un punto de convergencia tan común ... , tan frecuente. Pero ¿en qué transatlántico? (Nuevo apuro, del que me salva mi tranquilidad). -Eso ya no puedo precisarlo. .Pero es igual. Viaja us- ted tanto ... -¿Cómo lo sabe usted? -Yo, respecto de mis personajes, lo sé todo. Me bastó verle una vez para enterarme de que anda usted por el mundo sin rutas definidas, a caza de algo; algo que puede ser muy bien "la azul libélula de una intensa ilusión". Entretanto, usted se aburre. Es usted, Alberto, la concre- ción del desmesurado bostezo de la Humanidad. Acaba de pasar bajo el Cenit de la vida y ya, desilusionado, empieza a tener ojos en el cogote. Es terrible, lo comprendo. (Alberto me mira ahora como suelen mirarnos los. burgueses a los artistas. con esa mirada despectiva y su· perior que parece querer decir: "¡Qué poco talento prác- .., tico tiene usted"! Perder el tiempo en combinar historias, · pinturas o notas musicales, habiendo tantos libros mara- villosos de "Debe" y "Haber" por rellenar!"). -No puede negar usted que es una ilusa novelista hecha a ver fantasías donde sólo hay realidad. ¿Que yo- ando a caza de algo, sin rutas definidas? ¿Que me aburro yo? ¿Que miro hacia atrás? ¡Ja, ja, ja, ja! Nada de eso

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