Playas de vidas: novelas cortas

Playa de Vidas 159 (Sigue obedeciendo. Sus treinta y dos años se desta- can con absoluta nitidez. Obsérvenlo ustedes: pálido, tris- te, discplicente ... Halaguemos un poco su amor propio). -Muy bien, muchas gracias. Como vé, le ha tocado a usted el turno. Inesperadamente ha saltado usted, Al- berto, desde los turbios. sótanos del Recuerdo al resplan- deciente escenario de la Realidad. Hasta este instante, era usted en mí, Alberto, una sombra, una sombra impre- cisa y vaga, no sé cuándo ni dónde presentida, entrevis- t& o soñada. Desde ahora, va a ser usted un personaje, un auténtico personaje de novela, merced a la dosis de virus emocional que pienso inyectarle. ¿Qué le parece a usted? La sombra de Alberto adquiere corporeidad, se huma- niza, se alza hasta la categoría de positivo ser viviente: - ¡ Phssss ! Le diré . . . (Es una falsa inmodestia. Quitémosle la máscara <le la hipocresía sin compasión). -Si no le interesa a usted vivir en una farsa nove- lesca, nada; le devolveré a su condición de sombra. Tengo ctras muchas en espera que agradecerían la invitaci<?n ... -No; no he querido decir eso. Simplemente deseaba hacer resaltar mi insignificancia, mi escaso mérito per- sonal para recibir un papel de protagonista en una crea- ción de Arte. Sin duda ·usted se ha fijado mal, o imperfec- tamente, en mí. Yo no debo ser ese hombre que usted ne- cesita para su farsa. ¿Dónde me ha conocido usted, vamos a ver? (Indecisión. Azoramiento en mí. Realmente, me pone en un serio apuro. Sí, sí, le he visto en alguna parte, esto

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx