Playas de vidas: novelas cortas

. ·~ 158 Rosa Arciniega ¡Ah, sí, ya está! Ha bastado apenas una rápida ojea- da para distinguirlo. Reúne, completas, todas las caracte- rísticas ~eñaladas. Véanlo ustedes: abúlico, escpético, indiferente .... ¡Mentira! Todo ello es sólo pura ficción. Tiene manía por superponer a su verdadero rostro una careta de frialdad, pero nosotros, astutamente, vamos a hacer que él mismo Sf• despoje de ella. Bastará con halagar su amor propio ofreciéndole el pa- pel de protagonista de una novela. Eso, en principio, es siempre agradable. Por de pronto, voy a presentárselo a ustedes -aun- que no estoy muy segura de haberle tratado personalmen- te, ni saber cuál es su nombre~ para que, una vez pues- tos de acuerdo sobre su elección, procedamos a realizar el experimento. Antes, debemos inventar para él un nombre. Cosa sencilla, puesto que no sospecho en ustedes ninguna pre- dilección. Le llamaremos Alberto. Es un nombre corrien· te, ni romántico ni llamativo ... Un momento de silencio, porque voy a hablar a nues- tro hipotético personaje: -Alberto ... , sí, usted: haga el favor de salir de esa semipenumbra del subconsciente. (Vean ustedes cómo obedece). Muy bien; ahora permítame que le cepille, que le limpie un poco el rostro ... Está usted incognoscible. Claro; ha caído demasiado polvo de tiempo sobre usted. Luego, esa oscura madriguera donde está usted sumergi- do ... Tenga la bondad de ascender por aquí ...

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx