Playas de vidas: novelas cortas

148 Rosa Arciniega ¡Cerebro de la ciudad! ¡Profundo espíritu urbano, complicado y huidizo! En mi recinto de célula conductora . enmarañas tú todas las hebras-áureas y negras-con que se teje el ancho manto de los días. Para mi recinto, para mí, si yo fuese algo más que un tendón sin conciencia, no tendrías tú secretos. Yo podría saberlo todo de tí, y nada de mí tú. Pero no. Yo no soy, no puedo ser más que una ruedecilla dentada que gira y gira en cumplimiento de su misión única, y de nada me entero, nada oigo, nada me in- quieta. Todas tus excitaciones, todos tus signos de alarma, todos tus oscuros pensamientos resbalan sobre mí, dimi- nuta molécula condenada a servirte día y noche. Y tú lo sabes -¡cerebro de la ciudad!-. Lo sabes y por eso me gritas sólo números distantes, rotulaciones de callejuelas recónditas, señas de extraños caminos, nombres de zigzagueantes rutas entre millares de otras rutas. -Señorita, con el 1-3-2-4. -Con el 6-5-3-2. Sigue apagando mi mano las lucecitas titilantes que aparecen sin cesar en la pizarra de mi cielo enceldillado. Una ... , otra ... , otra ... El cerebro de la Ciudad man- tiene en alta tensión dinámica, una hora tras otra, su ma· lla filamentosa y vibrátil. Es ahora mediodía, y la Bolsa y el Comercio se entre· gan a una loca zarabanda de cifras y sobresaltos. Núme- ros ... Números ... Un número el empleado que se agi- ta al otro extremo de este hilo acordonado; un número, el teléfono que sostiene su mano; un número, quien,' en la

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx