Playas de vidas: novelas cortas

140 Rosa Arciniega niente Harrison acababa de doblar el tronco sobre el si- lJ ín, llevándose angustiosamente las manos al ·pecho. Por un momento, en el contorno de la estrecha torreta sólo se oyó el ronquido de dos respiraciones extertorosas. Luego, estos dos ronquidos se fueron aproximando, bus- cándose instintivamente en la sombra. - ¡Teniente . . . Ha. . . rrison! Obediente a una resolución suprema, extranatural, el otro ronquido se convirtió en una palabrá apenas arti- culada: -¡Ca . pi tán ! -¿Tam . . . poco ahora dirá us . . ted nada sobre a- que ... llo? -¡Nun .. ca! -Lo oí . . todo. Lo ví ... todo. Escuche: "te ... a- doro, Harri . . . son, y sin tí, mi vida sería im . . . po . . . sible". "Yo a tí tam ... bién, Lady Astai ... re. Sólo vi ... vo por ... tf". ¿Lo ... recuer ... da, Harri ... son? Can- tes ... te. ¿Lo ... recuer ... da? -Sí ... -Ahora, vivi ... rá sin us ... ted. Sin mí tam •.. bién. Y calla . . . rá. Lo sé ... Guar ... dará silen ... cio. Como noso . . . tros, Harri ·... son. Silen ... cio sobre tres al . . . mas. Con . . . teste, Harri . . . son; res . . . ponda. Ante su silencio, el capitán Stark alargó penosamen- te un brazo y sus dedos tropezaron con una mano empa- pada en sangre caliente. ¡El teniente Harrison estaba muerto!

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx