Playas de vidas: novelas cortas

PJaya de Vidas 139 ban sus biceps por encima de la tela de la guerrera abul- tándose, tensos, para sujetar la ametralladora y dirigirla, · amenazante, contra las faldas de la montaña en tinieblas. A su lado, el teniente Harrison, hundida la rodilla en la tierra, sostenía el cargador con ambas manos. ..-¡Fuego, teniente Harrison; siempre fuego Hasta caer ... ¡Hasta! .•• No pudo terminar la frase. Bruscamente, dobló las piernas, alzó los brazos al aire con una expresión de aban- dono y cayó sobre el gran charco de sangre que habían dejado en el pavimento los soldados. Sin volverse siquiera a mirarle, el teniente Harrison se apoderó de la ametralladora y siguió disparando contra las líneas enemigas, disparando ... disparando .... -¡Fue ... go; siempre fue ... go, teniente Ha ... rrison! ... La voz del moribundo capitán Stark era una escalo- friante quejumbre lanzada al cielo de la noche. -¡Hasta ... ca ... er! ¡Hasta ... el ... fin! ... El guadañazo de fuego hendía los aires trágicamen- te, sin aminorar un instante sus ráfagas violentas de plo- mo. De las aspilleras del fortín salían ígneas lengüecillas que, por un momento, disipaban las tinieblas de la no- che. Mientras que, en la falda de la montaña, los fuegos fatuos de los disparos comenzaban a verse más distantes, más lejanos, tal como si el soplo de la brisa cálida que so- plaba en estos instantes, los fuese empujando hacia atrás. -¡Fue ... go, teniente ... Harrison! ¡Fue ... go! Pero, de pronto, la ametralladora enmudeció. El te- .

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