Playas de vidas: novelas cortas

Playa de Vidas 135 -¡Soldados! -gritó entonces conmovido y enérgiC'o-: sé que todos vosotros sois unos valientes y que tenéis de la disciplina y del honor militar el mismo alto concepto que nosotros, vuestros jefes. -Y contra su voluntad, sus ojos fueron a cruzarse con los del teniente Harrison-. Por eso no quiero ocultaros la verdad. Por noticias que me traen los agentes secretos, sabemos que esta noche los indígenas atacarán, al fin, nuestra posición. Pelearemos como valientes. La lucha será tal vez terrible, desespera- da. No importa. Vosotros resistiréis. ¡Soldados de Ingla· terra: esa bandera que flamea gloriosamente sobre nues- tras cabezas no puede ser arriada jamás, sucumba quien sucumba! Es innecesario decirlo, pero si cayera yo el pri- mero, el teniente Harrison será vuestro superior; si -la voz del capitán Stark se hizo opaca-, si pereciera tam· bién él, vuestro bravo sargento Blakey se hará cargo del fortín; si también el sargento Blakey cayera atravesado por las balas enemigas, uno de vosotros, el más antiguo, se::rá el alto representante de esta iñsignia. El Imperio Británico tiene una razón de continuidad indestructible. ¡Soldados: Viva Inglaterra! Y ahora . . . a vuestros pues- tos. A esperar. A luchar. Con tardo paso, meditativo, el capitán Stark se· diri· gió a uno de los parapetos, fingiendo escrutar las colinas próximas. Cerca de él, y también con los ojos perdidos en horizontes lejanos, el teniente Harrison fumaba sin cesar. La noche avanzaba rápidamente y, entre sus altas bambalinas de sombras, el hervor indeterminado de la

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