Playas de vidas: novelas cortas

134 Rosa Arciniega -¡Siempre! Temblorosa, Lady Astor se dejó hundir inconscien- tE.·mente en su sillón. El teniente Harrison, dominados sus nervios, fingía distraerse mirando las revistas que habían quedado esparcidas sobre la mesa. El capitán Stark fu- maba sin cesar. De pronto, éste se levantó y dijo en un tono rigurosa- mente cortés: -No opinan ustedes que debe darse por terminada ... esta reunión? El teniente Harrison se puso en pie. -Por mi parte, sí. Si la marcha hacia Kya-Payala ha de ser mañana mismo, debo estar temprano en mi resi- dencia para hacer los preparativos. Hasta mañana, capi- tán Stark. -Y dirigiéndose a Lady Astor y subrayando fuertemente la diferencia de esta despedida: -¡Adiós, La- dy Astaire! ¡Hasta siempre! • • * Aquella noche, en el fortín de Kya-Payala, el capitán Stark mandó reunir, sobre la arenosa explanada central, a los cincuenta y cinco hombres que componían la guar- nición. Cuando, avisado por el teniente Harrison de que su orden estaba cumplida apareció ante aquel puñado de hombres que le aguardaban en posición de firmes, el si- lE-ncio era tan hondo ,que únicamente se percibía el sua- ve aletear de la bandera británica agitada por el viento.

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