Playas de vidas: novelas cortas

..... 132 Rosa Arciniega mismo ya, hizo algunos .comentarios acerca de una foto. grafía panorámica, muy bien lograda, que aparecía en la página central de una lujosa revista abierta sobre la mesa. De pronto, cambiando como al azar la forzada con- versación que había surgido alrededor de este tema, el ca- pitán Stark dijo: ~Teniente Harrison, esta mañana me aseguró usted -y esto prueba que, como hombre de honor sólo fía en su propia palabra- que no estaba usted absolutamente seguro . . . del silencio de ella, del de aquella mujer que anoche salía de su residencia . . . a las once, cuando us- ted disparó su revólver por dos veces contra un descono· cido con la firme intención de matarlo. Y ahora: ¿podría usted asegurar lo mismo? Diga: ¿se atreve a afirmar que ella no sabrá guardar un eterno silencio sobre ... lo ocu- rrido? Quiero que me conteste. Con un desconcertante sosiego, el teniente Harrison arrojó la compacta bocanada de humo que acababa de inspirar. -No lo sé. -¿No? Y el capitán Stark clavó fugazmente sus ojos en los de Lady Astor-: ¿NO? Yo en cambio, casi me a- trevería a asegurar que' sí. Piense usted que, después de todo, ella se debe a alguien más que a sí misma ... Por muy bajo que aquilate el precio del honor, esa mujer tendrá .que pensar que el honor, en este caso, no le per- tenece a ella sola, que es de otro. Y una persona digna no puede hacer mal uso de las cosas que no le son exclusi- vamente propias . . . Teniente Harrison: bebamos un whis·

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