Playas de vidas: novelas cortas

130 Rosa Arciniega ·-Bien, bien. ¡Oh, bebiendo ese té helado no he logra- do otra cosa que sudar más. Y, mientras se ponía el blanco casco colonial: -Te- ni.ente Harrison, permanecerá usted arrestado aquí hasta nueva orden. Buenos días. El teniente Harrison se cuadró militarmente. :_Siempre a sus órdenes, capitán. * * * Dos horas después, el capitán Stark entraba nueva- mente en la oficina militar. Su mirada era ahora dura y tajante. -Teniente Harrison -dijo de pronto--, necesito que usted me dé su palabra ·de cumplir un compromiso que voy a proponerle. Contra su voluntad, la mano derecha del teniente Ha- r rison se crispó imperceptiblemente. -Concedida. -Entonces, escúcheme: le espero a usted esta noche en mi casa a las diez; después de cenar. ¿Irá usted? El teniente Harrison pudo vencerse a sí mismo. -Lo he prometido. -Perfectamente; hasta la noche, entonces. Ah, olvi- daba decirle que, desde este momento, le queda levanta- do a usted el arresto. • • •

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx