Playas de vidas: novelas cortas

,_ Playa de Vidas 125 -Creo que no me lo exigirá usted. No puede obli- garme. -Muy bien, muy bien. Entonces, a ver si puede us- ted decirnos esto: el hombre que se descolgaba de la ven- tana de su residencia y contra el cual disparó usted por dos veces consecutivas su revólver ... -sin consecuen- cias-, ¿era inglés o del país? Lo mismo el presidente del improvisado tribunal que el acusado siguieron abanicándose ·con una calma descon· certante. -Por lo menos ... iba vestido como del país. -Ah, ah.... Y por qué disparó usted? ¿Con la inten- .ción de ahuyentarle? ¿O ... ? En un segundo imperceptible, los ojos del teniente Harrison se cruzaron con los del capitán Stark. -No; con la intención de matarlo. Con el deseo ciego de suprimirlo. -¿Y por qué? ¿Qué razón había para ello? -No puedo decirlo. -¿Y lamenta usted no haber acertado? Por los ojos del teniente Harrison cruzó una culebrina Inquietante de firmeza. -¡De todo corazón! Una pausa~ El capitán Stark hizo una seña al criado indio que estaba junto a la puerta y éste salió y volvió al punto trayendo, sobre una bandeja, un vaso de té helado con li- món. Bebió ávidamente. Luego, se limpió el sudor de la frente con un fino pañuelo de hilo.

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