Playas de vidas: novelas cortas

112 Rosa Arciniega Bochorno ayer, vientecillo fresco hoy; horas refulgentes de ayer, tardes oxidadas de hoy. Otoño. Y amarillentas hojas caídas ele los árboles que, por un momento "juguete del viento son". Y lentas putrefacciones de un pólen invisible que mañana serán reflorecimiento de nuevas vidas ... ¡De nuevas vidas! Corno ésta. Corno esta que, avasa- lla?-ora, sí sabe del tránsito de las estaciones, sí del preci- pitado correr de los días. ¡Esta vida de mi vida que, ma· ternal y trágicamente, pueden casi acariciar ya mis ma- nos temblorosas con el temblor de la autodelación inevita- ble! La autodelación que todos conocen ya. Fué, primero, allá, en mi humilde pensión; entre el círculo de mis amigas, más tarde. ¿Cuándo aquí, en el ám- bito de esta oficina, con rasuras de altiplanicie ilimitada? ¿Hoy quizá? No sé ... Me pareció haber sorprendido, al entrar, ciertas miradas irónicas, algún malicioso run-run augu- rador de inmediatas tormentas. ¿O será todavía que "el criminal cree que todos leen el crimen en su frente"? ... En todo caso, mi crimen es sólo un augusto crimen a la inversa, un asesinato de mis propias células por darse en germinación a un nuevo extracto de vida. Entretanto, por encima de mis dolores físicos, por en- cima de mis angustiadas torturas morales, siempre aquí: en mi confesionario de intimidades urbanas; junto a este arisco muro de esas lamentaciones anónimas que son llo- radas, como la mía, en la sombra, en la soledad de los de- siertos populosos modernos. Impertérrita frente a mi obli- gación.

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