Playas de vidas: novelas cortas

:106 Rosa Arciniega mina mensual, yo soy aquí la fatídica muralla de las la- mentaciones, donde es inútil que vengan a llorar los que carecen de= dinero para lanzar sus voces de socorro; todos esos otros anillos de la gran cadena de la Necesidad que esperan, afuera, la salida de este sol de la Fortuna que cada día alumbra sólo a unos pocos. Ante la infranqueable valla de mi tarifa de anuncios, yo, la empleada insensible, he visto venir a verter las lá- grimas que no se ven a falanges enteras de desgraciados sin biografía posible. Aquí, el harapieJ;ltO, el anémico pro- letario de rotas alpargatas y traje azul; el pasivo buró- crata, de tieso cuello y endeble musculatura; la zagala pue- blerina desorientada dentro de los bosques de cemento; la joven que viene a inmolar su honradez ante el ara de las exigencias perentorias, y la viuda que se acerca a des- prenderse de sus muebles, íntimos y elocuentes ... Altas lecciones de baja moral también, aprendidas en mi fértil curso práctico de experiencias, desde la cátedra de esta página de anuncios de un periódico: Ofertas de in- quietante ambigüedad y demandas cínicamente descara- das; avisos que piden celestinescas contestaciones, y au· ténticas personalidades pésimamente disfrazadas tras la falsedad de un nombre supuesto ... ·Es igual: acodada en el marco de mi confesionario de intimidades, mi misión se reduce a la sencilla fórmula de "oír ... , ver y cobrar". Algunas veces, por deporte, a ca- talogar también nuevos clientes de mi Lonja. En silen- cio. Abnegada, tolerante en fuerza de ser comprensiva. (¡Es tan fácil comprender todas las caídas siguiendo, paso

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