Unidad de la materia, o, Identidad sustancial de los reinos inorgánico y orgánico

-6- desde la partfoula microscópica pe'rdida en el espacio y sometida i las metamórfosis del evolucionismo_, hasta esas agrupaciones nebulosas, vaporosas crisálidas del mundo sideral, que al reunirse y condensarse en círculos concéntricos pueblan de soles el espacio infinito. Materia y fuerza conatituyen esas agrupaciones, materia y fuerza realizan esa asombrosa variedad de cambios, esa multitud de fenómenos, esa metempsícosis misteriosa del átomo inerte é inconsciente al ser inteligente y responsable. El mundo mineral es el primer peldaño que ostenta su pródiga grandeza, la materia cósmica se organiza y dispone de variados modos revistiendo distintas formas, luciendo vistosos y brillan– tes matices, ora en masas vaporosas que escapan á nuestros tot-– pes sentidos, revelándose solo por sus propiedades intrínsecas, ora en diáfanas y cristalinas corrientes, vehículos generado~es de superiores organismos y que quizá entrañan en su seno el mis• terioso problema de la vitalidad embrionaria y progresiva. Enormes masas de granito y variadas fajas de sedimento amon– tonadas y dispuestas ordenadamente por el poderoso motor de los siglos, preparan el mullido lecho en que el ente vegetal posará su atrevida planta; de esa atmósfera carbonizada brotará el primer destello de la vitalidad, al principio rudimentaria y amorfa, des– pués definida y ascendente que, llevando en si el tipo posible de todos los organismos, desarrollará su prodigiosa potencia en el tiempo y en el espacio. Esa molécula que á través de migraciones sucesivas 1 ha evolu– cionado desde el período embrionario de nuestro planeta, osten– tando en él las múltiples formas de su virtud fecundante, signien– do la vía de ese indefinido transformismo, desplegará á nuestra atónita mirada las más brillantes y caprichosas formas de su grandioso y munificentísimo reperto1·io. Desde la típica célula que pulula en las congeladas aguas de la zona glacial, hasta el magestuoso baobab de gigantescas dimensiones; desde la embrio– naria monera que solo demuestra su rudimentaria existencia por su poder absorbente, hasta el robusto gorila de redondeados con– tornos y atlética musculatura, en cuya centellante mirada se vislumbra yá los vívidos fnlgor~s de la inteligencia. ¡Metamórfosis admirable y grandiosa operada por una sabia y gradual transición de lo simple á lo compuesto, de la vitalidad rudimentaria y ciega al ser inteligente y pensador! ~n esa escda siempre ascendente de la animalidad, do la cual > el hombro se proclama rey, ¿encontramos acaso elementos de ais– tinta naturaleza? Nada de esto, son siempre agrupaciones mi– croscópicas de múltiples organismos que según la variada dispo-

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