Peregrinaciones de una paria

PEREGRINACIONES DE UNA PARIA 223 a entrar al convento más rígido de la orden de las car– melitas. Después de un año de noviciado Dominga tomó el velo en Santa Rosa. Parece, continuó mi prima, que Dominga en el fer– vor de su celo, fué feliz los dos primeros años de su estado en Santa Rosa. Al cabo de este tiempo, comenzó a cansarse de la severidad de la regla. Los sufrimientos f:í.sicos habían calmado la exaltación moral y tardías re– flexiones le hicieron verter lágrimas sobre la suerte que ,:;e ·nabía buscado. No se atrevió a hablar de su sufri– miento y de su fastidio a su familia, que se había opues– to tenazmente al partido que había adoptado y por lo demás ¿de qué hubiera podido servirle? -Ustedes sa– ben, señoras, agregó mi prima, todo pesar es inútil; una vez que se entra a uno de estos retiros, no se sale más. Aquí las tres religiosas se miraban y hubo un acuer– do en esas miradas cambiadas de soslayo, que no escapó a ninguna de nosotras dos. La desgraciada Dominga, encerró sus pesares en su corazón y sin esperar consuelo de nadie, se resignó a. sufrir en espera de la muerte que pondría fin a sus ma– les. éada día pasado en el convento, al cual la religiosa no consideraba ya sino como su prisión, debilitada su salud, antes tan excelente; una palide:., mortal había reemplazado sobre sus mejillas el carmín que daba tanto realce a su belleza~ cuando vivia en el mundo. Sus her– mosos ojos, devenidos opacos, se habían hundido en sus órbitas, como los de los penitentes agotados por las aus– teridades del claustro. Un día, hacia el fin del tercer año, le tocó el turno de hacer la lectura en el refectorio y Dominga encontró, en un pasaje de Santa Teresa, la. esperanza de su liberación. Refiere ese pasaje que con frecuencia el demonio re– curre a mil medlos ingeniosos para tentar a las monjas. La santa cuenta, por ejemplo, la historia de una reli– giosa de Salamanca, que sucumbió a la tentación de fu– garse del convento y a quien el demonio habia sugetido el pensamiento de poner, en el lecho de su celda, el cadáver de una mujer muerta destinado a hacér creer

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