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ALMA LATINA
que sienten lHs élnsi;-1s primaverales
de la adolescencia.
Que la memoria de Enrique Alva–
rurlo viva siemp1·e en el con-1zón de
los jóvenes es nuest1·0 intent, al e-
vocar su nombre
y
que Sf'a siempre
el ejemplo
y
el aliento de los q t1e ll e.
gan, henchido
d
pecho de ilusiones
y
pleno de ensueños el e píri tu.
R. P. B.
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LOS MISTERIOS DEL CAMPO SANTO
I
Y
era una tn nie triste
y
somnolil'n–
ta, parecía reinar un mutismo
S<>–
lemne, la tt·a nquilidad
y
el 1·epo o
más imperturhables.
En unH 111odestH e ~té1 n1..·ia ele la ca –
lle de la H . se extinguía por inst é-ttl–
tes la existencia de un ilustre yflsta–
go del Celeste Imperio
El harón
de Yoki fallecía rodeado clei11nu111e.
rablespariente
y
amigo 1101·0 . os
y
enmpungidos por tan sensible pérdi –
da.
De vez en cuando, en medio ele las
plegarias ele los u nos y las lame n –
t.aciones de lo ot ros, e capábanse
.!:.
,·itosdesgarraclores de pesar. Los
e onc urrente reu ní , t nse po1· centena-
1t·s en la ca a mortuoria, aparecien–
clo en el umbral de la estc111cia con
i
us ro!,-t1·os a 111 ,11 illos
y
sus ócbi as
cksencajadas. Se ag~>lpalrnn,
cu–
chichealwn y se ab1fan paso para
l leo~11- hasta el lecho de muerte.
Y,
ki fue cari11oso, comp,1si,· o
y
bueno. Supo captarse siempre el
nprecio de todo
us compatriotas .
Hábil en negocios, ha hía a lea uzacl o
una brillante posición
y
una cuan–
tiosa fortuna; sin embargo la senci–
llez del hogar en que hnbÍH vivido
no ponían ele ningún modo de m ,t
nifiesto su holgada ·i tuación.
Los funerales fueron
sokmnísi
mos. Asistió el elemento ..:hino
111{1s
selecto residente eu L
El atahucJ
de rico cedro. lujosamente ornamen·
tado con brazeletes, a rgolléls y ott-as
pi ezas de plata finísimas, p1·esenta.
bH n un golpecle vista irrep1·ochable.
Como scostuml>reentelos chi–
nos, a la u anza de los antiguos
egipcios
y
fenicios que cuidaban pri-
111orosarr,ente de sus 1nuertoc:, ro–
de:1
i-c>n
al difunto de los objetos que
u
·6 y
clisfrutó en vida; vajillas de
oro
y
plata. gran diver;;iclad
de
u len:--ilios <lemésticos , alhajas, pie·
clras preciosas
y
acas·o el dinero que
po
·E'yó.
La romería
::ti
cementerio fué nu-
111e1,.<)SÍ in1H .
Fué
e11ter1·aclo en un
:--obe,·bio mé-Ju oleo
y
todo ahí con
clu
,·ó . .... ................. . ... . .................. .
-
II
Y era al anochecer de un día cáli–
do y fotigo~o El cementerio hallñ–
bé.lse sumido en profundo letargo
los pasos cadenciosos del Guardián
a pena:,; se hacían perceptibles
y
la
paz ele los mu e rtos reinaba por clo–
quien1. Los fuegos fatuos hadan
den-oche ele fantasmagoría en ma–
cabra danza funambul sea. Y sin
emlwrgo, no todo estaba quedo: el
esµíri tu siniestro de la profanación
y
el crímen, oretendía cernirse en
aquel silencio sepulcral. Varios in ·
di\"iduos de nwla catadura deslizá–
banse cautelosamente por los in ter–
mina bles cuarteles
E qnivan con uspicacia la mira·
da del vigilante
y
levantan iJencio–
s.c1 mente la tapa de la caja mortuo–
ria del de. grnciad o Yoki, lo despo–
j,. n completamente ele todo lo que
Jo rod ea, dejA ndolo abanc'lonado.
La aparición de la aurora hace
esfuma1- 'e a esos engt'nd radores del
mal
y
los primeros tibio
y
ténues
r:1_ye>s de sol devuelven al Campo
Santo su reposo habitual.
Vuelve la paz al cementerio
y
con
ella la luz .....