AL1\1A LATINA
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EI?RIOUE
Hurgando en los viejos libros que
expre.c;,aron las ansias y los dolores
ele un momento, hemos encontrado
este nombre que tuvo para los que
entonces lo pronunciaban el presti–
gio de un símbolo y que foé como el
blasón de gloria que ostentara en
sus bregas para infundirse aliento
la juventud de hnce medio siglo
Ee apcnns un folletito triste y
amarillento, pero fH"estigiado po1·
firmas de quienes jó\·enes entonces,
habían <le ser más tarde figuras ex–
celsas de sn genentción: Luis _v Lu–
ciano Benjamín Cisneros, Carlos
Augusto Salaven-y, José Casimi1·0
Ulloa
y
MR
nuel Nicolás Corp11 ncho.
Enrique Alnu-ado pertenecía r1 esa
falange altísima clecereh1·osjóve11es.
ComenzHha como ellos lleno de
an–
dac.iav ele va len tía. Sus escritos,
public~clos junto a la corona f6ne –
bre que
fué
el homenaje puesto por
sus com pa ñe1·os sobre su tu
111
ha
prematun:1, tienen todos un sello de
altivez y de arrojo imrnditos, No
reconoce vallas
r1
su espíritu. Su
pluma es a la vez hierro que desga–
rra y espada que señala el camino
del triunfo.
Sus comµañeros hablan de él con
cariño \" con admiración: ''No era
un hén;e, pero hubiera sido un hé
roe; no era un apóstol, pero hubie–
ra sido un apóstol; no era un Cris–
to, pero hubiera sido un Cristo'' di –
ce uno ·de ell<)S con 1·eligi <>so entu–
siasmo. '' Jadie como él 'hubiera ser–
vido para enardecer a un populacho
o para hacer flamear sobre las mon–
toneras la bandera roja de la Madre
Revolución" .
Enrique Al varado hubiera sido el
alma brilladora que faltó a su ge–
neración.
Si Luis Cisneros
y
Sala verry a–
portaron la fragante poesía de sus
ALVARADO
versos. Ulloa foé el hombre de cien–
cia y el cerebro reposado
y
profun–
do, Enrique Alvarado al lado de
Luciano Benjamín Cisneros hubie–
ra convertido en fuego la palabra
para hé1cerla chispear sobre los ce–
rebros y las conciencias adormeci.
dcts.
Alvararlo hubiera1;,irlo el tribuno.
Pero no el tribuno c1ásico y elegan–
te
R
la
111él
nera de Cisne ros. sino el
uihuno del pueblo el tribuno de–
mocrático que con sus libelos hubie·
n1 prenclirlo en el pueblo el ansia
sublime
ele
la regener:-1ción.
Pero toda aquella ilusión conso–
ladora se desvaneció muy pronto.
Enrique Alva,·ado murió
a
los
22
años y sus amigos desconsolados
por su pérdida pusieron en este fo–
lleto, hoy descolorido, toda la de–
sesperRnza que les causó su desa–
parición.
El nombre de Enrique
A
!varado
r1uecl6 entonces como un perpétuo
símbolo ele totlas las esperanzas
muerta~, ele todas las ilusiones des–
vanecidas, de todt1s las vidas trun–
cas. Pué
1ct
divisa ele las iuventu–
des siguie11tes. La generación que
está hov en lH n1f1clu1·ez lo reveren–
ció clanélo su nomhre a la sociedad
en que hicien>n sus primeros ensa–
yos Ji tera rios, a aquella • 'Sociedad
Enrique Al varado", de la que ha–
blara
c~ibotín
hc-1ce poco exhuman–
do muchos nombres y libros olvi–
dados. ·
Hermosa gloria la de este mucha–
cho genial que debió unir la simpa–
tí::t
franca y noble de la figura, con
la vÍ\' eza de la mirada y el arreba–
to del ademAn
y
cuya juventud es
eten1a po1·que guarda a través del
tiempo, la mi!'-ma 10zanía y ap< ,stu–
ra de hace cincuenta añosé idéntica
actitud alentadora para todos los