Playas de vidas: novelas cortas

Playa de Vidas 57 llas manos suyas, cerradas como garfios, que tantas veces habían mordido mi carne . . . Eran sus labios cárdenos y succionantes como ventosas fatídicas ... Era su mismo pecho acuciado por terribles impaciencias . . . (Pausa). Horrorizada, en un salto tigresco, eché mi cuerpo atrás.... Toc6 mi mano derecha algo punzante: un puñal, una ple¡ ga~era, no sé . . . Y . . . si, sí. ¡Yo fuí! ¡Yo! Loca de odio, transida de la desesperaci6n más infrahumana, de repug- nancia infernal, se lo hundí en el coraz6n. (Pausa). En- tonces ... , entonces volví a encontrar a Julio junto a mí. Pálido ... , espiritual ... , idealizado ... Julio ya no era el otro, sino él mismo. El maleficio se había destrui- do. La pesadilla se esfum6. (Silencio. Marta Hoppe ha terminado. Pero lancémos- le la sonda de una última pregunta:) -Y ahora, ¿qué hará usted de Julio en su espíritu, torturada Marta Hoppe? -En mi espíritu crucificado, Julio, juvenilmente her- moso, se ha dormido en el silencio de la eternidad.

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