Playas de vidas: novelas cortas

156 Rosa Arclniega •• • * En el silencio meditativo, la voz del arcángel de las anunciaciones ha dejado caer, lentas, germinantes, estas palabras: "Te espero; y cuando llegues, tampoco me encontra- rás". Magnífica frase, la más apta para hacer cristalizar -por sugerencia- la dorada libélula de una ilusión in- aprehensible. (Todos los que pasaron ya bajo el arco del cenit de la vida podrán interpretarla triste y subjetiva- mente. Acaso también la comprenderán algunos que no ban llegado aún a este mediodía decisivo). Bien; ya tenemos aquí una pequeña dosis de virus novelístico en período activo. Podemos hacer · con ello lo que queramos. Combinarlo con otros gérmenes para obte- ner una acción polivalente, rara e inesperada; llevarlo al microscopio para ensayar un lento análisis bacteriológico; ponerlo al alcance de nuestra vista natural para interpre· tarlo realmente ... No; no vamos a hacer nada de eso. Bruscamente, au- dazmente, intentaremos con este virus la suprema reac- ción. Sin reparar en los resultados. Es preciso inyectarlo en un cuerpo vivo. Pero, ade- más, en un cuerpo apto, en un cuerp~ que responda ac- tivamente. Esto constituye una petición de principio. Quiere decir que nos hace falta un cuerpo, un personaje.

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx