Playas de vidas: novelas cortas

150 Rosa Arciniega niadas pertinaces. No responde. Acaso duerme con profun- do sueño ... -No contesta. -¡No contesta! ... ¡Luisa no contesta! ... -mur- mura al colgar-. Y luego, el silencio. Era una voz adormilada, de sonámbulo, difusa, oscu- ra. Una profunda voz opaca de misterio. ¿Quién era esta Luisa? ¿Acaso su novia? ¿Su mujer? ¿Su amante? ¿O un fantasma, una sombra irreal fraguada por una mente de- lirante? ... ¿Y él? ¿Quién era él? Las dos . . . , las tres de la .madrugada. Sueño. So- por. Subconsciencia también en torno mío. En mí misma. Las células de enlace también necesitan su reposo; tam· bién se dejan derrotar por la fatiga . . . Me duermo . . . Se cierran poco a poco mis párpados... Siento un peso de plomo colgárseme en las pestañas .. . Cae sobre mi frente el telón ·de una densa niebla ... Me derrumbo en una sima sin fondo . . . , honda . . . , hon· da como debe ser la muerte. Silencio . . . Nada . . . Pero, ¿qué es esto que brilla en mi tablero encasilla· do? ¿Un fuego fatuo? ¿Llaman? ¿Quién? ¿Qué fibra de los profundos estratos está despierta a esta hora? ¿O es acaso? ... Dormida, alargo mi rriano hasta una clavija . . Apa· go el fuego fatuo con ella ... Conecto ... -Señorita; señorita ¿estaba usted dormida? -Sí; estoy dormida . . . Otra vez la voz lejana, carnosa, velada, otra vez la voz imperceptible. Voz de sonámbulo; voz de distancias

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