Playas de vidas: novelas cortas

2 ll-1'60. 200I . ,. Toda novela -toda obra de arte- encarna en sí mis· ma dos valores. Uno: el que representa como tal obra de .:.arte. Otro: el que adquiere como revelación del estado psi· .col6gico que primaba en la conciencia del autor en el ins- ·fante de ser concebida y plasmada en la realidad. ¿Cuál fa más importante de estas dos valoraciones? ·Para el espectador de mirada simplemente "visual", pa· norámica, epidérmica, quizá la primera. Para el especta· cdor de mirada honda, inquisitiva, profundizadora, acaso la .segunda. · Porque, en estas horas de analíticos métodos intros- 1•ectivos, est;S. constatada ya la teoría de que "el estilo no ·CS eJ. hombre", sino únicamente el "reflejo del estado del <'spíritu que prevalecía en ese hombre en el momento de .expresarse" -de revelarse a través de la obra de arte. El hombre, por otra parte, -y esto está ya suficiente· mente dilucidado-- no es "uno" sino "muchos", y resulta imposible someter a medida unitaria el alud de l~ con· 1tr~dictorias teorÍas estéticas, de las encontradas sen-sacio- ·nes, de los opuestos criterios, que meda por la pendiente de la conciencia humana en. el transcurso de unos años, -a veces, en el transcurso de días-. (Lo que, cómodamente, se llama volubilidad, cambio -O.e parecer, retractaciones, no es, pues, más que un natu· ral dejarse arrastrar por ese alud evolutivo y arrasador ·.de teorías y de sensaciones). Para llegar a poseer eso que se ha llamado "conoceil'Se

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