Playas de vidas: novelas cortas

El improvisado tribunal militar estaba compuesto por €1 capitán H. O. Stark y los tenientes: Daniel S. Benn y \:Villiam M. Reading. El sargento Peterson actuaba como secretario. El acusado -de pie en el centro de la pequeña babi· tación de tablas- era el teniente J. B. Harrison. En la puerta, un indio bronceado, con el torso desnu· do y un blanco turbante a la cabeza, esperaba, cruzados los brazos sobre el pecho, las órdenes de sus "señores". Afuera, el sol hiriente de la mañana hacía hervir ya el corazón pujante de la jungla i~dostánica. Lejana, se columpiaba en el aire la melopea de una ocarina con que un encantador de serpientes hipnotizaba a sus cobras. Y, más lejana aún, la voz supragutural -y terriblemente de- . safinada- cíe un gramófono, tocado en las mismas "resi· dencias de los ingleses", pretendía esparcir brumosas nos· talgias británicas sobre el paisaje ingenuo y claro de la India. Displicente y correcto, el capitán Stark volvió a darse aire con su redondo abanico de papel. - -Bien, bien; ... De manera, teniente Harrison, que salía usted anoche de su residencia, cuando ... Aunque, no. Diga usted antes: ¿qué hora sería aproximadamente cuando salió usted de su casa? ¿Lo recuerda usted? El teniente Harrison dejó de mirar por la ventana

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