Unidad de la materia, o, Identidad sustancial de los reinos inorgánico y orgánico

-11-- A.1 estudiar Jaques la naturaleza. entera con la a¡t~nción que solo el hombre le mere_cie:a, por ciert~ que ~n vez _de' exclam~r, «entre un pastor y Leibmtz. no hay smo d1íerern;na de grados». habría. generalizado· esta gradación á todos los :reinos de la Na~ turaleza, pues en todos' ellos existe una evolución constante len– ta é insensible~ Ella se nos manifiesta desde la microsc.6pic~ mo– Iéehla que recorre.ciclos infinitos sin anolladarse jam~s hasta ~l diminuto infusorio que en sn in.,cesante batallar es e\ ':rep,resen~ tante más natural del reino que mejor traduce la gran ·ley natu- ral caracterizada por Darwin, la bcha por la exist.encia. · De la·monera al infusorio, de éste al entozoario, co~o al ané– lido, tan solo hay una actividad idéntica, pero de variadas ma– nifestaciones; igualmente solo diferencia de gra~fos distinguen la actividad consciente de los seres, e.Q. tales ó cuales agrupaciones y desde el humilde ganglio s 1 1praexofagico de los ~rticulados has– ta el complicado cerebro de los vertebrados, la célula nerviosa metamorfoseándose de mil modos, nos revela el poder de esa Na– tJ,1raleza infinita en el tiempq y en el e~paeio. Encontrando pues analogías tales entre todos los seres, pode– mos con razón asignarles el mismo orígen, no repugnando en manera alguna el concebir el tránsi'to ó evolución de la materia inorgánica á los organismos celulares que han dado orígen á las innúmeras y variadas formas que pueblan nu,estro planeta. Hoy ya se preparan en nuestros laboratorios sustanciaü orgá– nicas, tales como la úrea, el alcohol, lá q ninina, la cocaína y otros muchos productos del reino vegetal con elementos exclusi– vamente minerales y si la generación expon tánea que tanto preo– eupó antesá los naturali,;tas, ha caído ya en descrédito mediante los estudios del eminente Pasteur, es porq ne al fin se ha venido en cuenta que dadas las condiciones en que hoy se encuentra, nuestro planeta, este problema es casi ir resoluble. Séame pues permitido, s-ñores, concluir con el elocuente na– turalista <le lena, afirmando «que todos los cuerpos que existen en la naturaleza son igualmente animados, y que lll. eposioión es– tablecida antes entre el mundo de los cnerp@s vivos y de los cuer– pos muertos no existe. Qne una piedra lanzada en el espacio libre caiga al s:1010 según leyes determidadas, que en una sol 1 1ción sa– lina se forme un cristal, estos fenómenos pertenecen á la vida mecánica, lo mismo que el crecimiento de las plantas, lo mismo que la multiplicación ó la actividad consciente de los animales "J la sensibilidad ó entendimiento del hombre.1> La teoría que acabo de exponeros, la cual en concepto de con– cienzudos naturalistas se debe calificar hoy ya como un hciobo clemostrado, ha sublevado el ánimo de los creyentes sinceros po,

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