Mi Manuel

-74 - atreva a ponerme la mano en la cara, la volver é a cach etear ... ¡sea donde estemos!" . · · Mi actitud enérgica gustó a la madre y compr endiendo mi justa reacción ante el gesto ofensivo, dij o tranquilamente, vol- teándose donde mí : -"Tuvo usted razón! . .. N 0 llevaré el sarcasmo hasta decir que desde ese día, nues- tra enemistad quedó bien "confirmada", pero siquiera por al- gún tiempo, ésta no se metió más conmigo . Margarita me contó muy en secreto que pronto iba a casar- se su tío Francisco con una señorita Josefina Ramos hij a de chilenos, dueña de una gran hacienda en Cañete. Junto con nos- otros, estaba una sobrina suya Margarita Irrar ázabal, chilena quien no tardó en contarlo públicamente; por algunos días fué el tema favorito de muchas conversaciones entre las n iñas, por ser el novio de la primera soci8dad de Lima y ella una rica here- dera. -"Este va a ser un gran matrimonio, casi obra santa, me decía mi madrina, pues ambos novios son muy r eligiosos y ha sido patrocinado por el confesor de mi tía I sabel , el padre González, sacerdote descalzo: El es quien ha intervenido en to- do". No podía de veras ser más edificante unión , h echa bajo tan buenos auspicios. Margarita tuvo una salida especial para asistir a la boda, lo mismo que Margarita Irrarázabal. Ambas al volver daban grandes detalles de la ceremonia, que había tenido lugar casi en privado, sólo con los parientes más allegados de ambas familias. Allí Margarita Irrarázabal había conocido al tío Manuel, del que había quedado muy entusiasta admiradora : -"Ha sido mi vecino de mesa y muy bien me atendió", repetía con mucho or- gullo la chilena. Yo escuchaba con indiferencia los detalles de esas coquete- rías recíprocas, sin pensar que algún día me pudiesen in teresar. Transcurrieron los meses sin gran novedad para nosotras, en esas continuas labores repetidas todos los días . Ya me había familiarizado con el medio, estudiando muy poco ese año y vuel- to algo indisciplinada, según se quejaba cierta maestra perua- na, madre Eufrasia, que no era de mis simpatías . Yo no resistía nunca a obedecer a la llamada de un - "ma petite Adrienne" que me dirigía cariñosamente en francés una paisana mía, sien-

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