Mi Manuel
- 72 - Las plantas anuales muertas por supuesto y las reemplazamos por otras. Desde nuestro regreso, habíamos comido capulíes de nuestra cosecha y con mucho orgullo, puesto a la Virgen de nuestra clase, la primera flor de nuestro rosal. Pero, hay almas n egras desde pequeñas: por pura mala fe una compañera nuestra fué de noche y cortó de raíz todas la~ plantas. Quedé espantada al llegar de mañana y ver tanta des- trucción: todas tumbadas, muertas ya, sin comprender el por .qué de tanta perversidad. Margarita, tal vez por ser mayor o más aguerrida a las ca- nalladas de la vida, no lloró, yo sollozaba desconsolada; de l e ~ jos ví a la culpable gozándose de mi pena, regocijada de mi llanto, se llamaba Esther Bielich. Aun conservo presente la expresión bestial de su risa y si vive sepa, que no la he olvi- dado. Margarita se afanaba en calmar mi llanto, tal vez despro- porcionado al motivo do mi pena; pero ¿quién puede medir el dolor de un corazón de 14 años? ... Yo con la voz entrecortada por los sollozos la rechazaba: -"Déjame llorar; ¡Con todo, prefiero ser la víctima, que la cul- pable de tan villana acción! Desprecio seguía viniéndome a ver los domingos con mi papá y fuera de ese día, también había ideado volver: para en- trar, brincaba por la ventana de la portería, pues siendo chiqui- to podía pas::tr por entre los barrotes de la reja. Una vez adentro del colegio, guíado por su olfato perruno, pronto llegaba a la puerta de mi clase y la abría de un empujón; luego husmeando, daba conmigo entre las demás. Entonces eran los brincos y la- dridos de alegría, interrumpiendo la clase, sin que ninguna maestra se molestase. Hasta gracia les hacía la inteligencia del animalito y admiraban su sabiduría. Venía casi siempre los miércoles, a la hora del lonche, era el día en que nos daban un pedazo de caramelo y un pan; no sé si era casualidad o si realmente lo escogía por ser el carame- lo su golosina preferida. rrodas le daban y él iba de una a otra a recibir el bocado, !adrándoles después para darles las gracias o tal vez, pidiéndoles más ... Todas lo conocían y me preguntaban por él como por una persona. Algunas lo adornaban poniéndole cinta en el cuello,
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