Mi Manuel

-71- La madre Amica era la principal maestra de nuestra clase, la que nos enseñaba casi todos los cursos : Astronomía, Física, Química, etc. y al extrañarme de que no nos enseñasen mitolo- gía me contestó sarcásticamente: "Nos contentamos con ense- ñarles religión, temiendo confundan a Venus con la Virgen Ma- ría, Cupido con el Niño Jesús" ... Ante tal argumento nada tu- ve que contestar. La madre Amica, tenía también sus caprichos y preferen- ci?-s, sabiendo ser amable o mordaz según su simpatía o humor del momento. A menudo durante la clase se paseaba delante de las carpetas y a medida que avanzaba, calificaba a las niñas al pasar. Admiraba mucho a Antolina y parada frente a ella le dirigía su más amable sonrisa: "Qu' elle e.s.t j olie, qu' elle est gracieuse, cette petite" ... me decía a mí en francés mirando a mi vecina, esbozando una venia, corroborando con sus palabras, sabiendo que la chica la entendía muy bien y saboreaba sus alabanzas. Por el contrario, derramaba toda la acritud de su antipatía al ver una cara fea y con apariencia de compadecerla la hería duramente, sin piedad: "Elle est affreuse cette malheureuse en- fant, elle fait peur avec ses yeux de hibou !" ... me repetía en francés y frunciendo el seño, al mirar a una moqueguana real- mente muy fea, con ojos de lechuza, mirada fija y repulsiva. Todas aguantando sus apreciaciones, simulaban no entender, antes que protestar de sus juicios, buenos o malos, siempre acer- tados. Y así seguía tranquilamente su "tournée satyrique" dan- do la vuelta a la clase, siguiendo después muy santamente rezan- do su rosario. Tenía un cuartito, su laboratorio de química: don- de me llamaba a veces, después de la clase, para obsequiarme ricas cosas que le daban de preferencia por ser ya anciana: pichones asados, trozos de pollo, dulces, etc. de todo me colma- ba generosamente. Un día de la Procesión del Señor de los Mi- lagros, me dió un gran paquete de turrones, que le había envia- do la señora Ayulo. "Yo no sé comer estos bizcochos del país, me dij o y a usted le gustarán". Efectivamente me parecieron ri- quísimos los comí junto con mis amigas, guardándome de de- cirles quien me los había regalado, para no suscitar celos. Nuestro jardín no estaba olvidado: Margarita y yo lo se- guíamos cuidando durante los recreos. Al volver de las vaca- ciones, encontramos los naranjos y limoneros bastante crecidos.

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