Mi Manuel
V BELEN: !877-1878 Transcurrían alegres mis vacaciones, alternando entre los paseos a los balnearios y las visitas a nuestros diferentes ami- gos, contando siempre entre ellos a la familia Laurie. Todas habíamos crecido sin que disminuyera nuestra amistad, siempre jugábamos juntas; pero habíamos cambiado nuestros saltos y locas carreras, por otros juegos más adecuados a nuestra edad. A menudo me convidaba Zoila a pasar la tarde con ella y luego por la noche, después de comer, venía mi papá a buscarme. Entonces, mientras su mamá atendía a sus visitas y los sir- vientes reunidos en la cocina acababan de comer, nosotras éra- mos las verdaderas dueñas de la casa, aprovechando para ves- tirnos con los elegantes trajes de la señora Rosalía. Así "affu- blées" las tres: María Rosa, Zoila y yo, nos pavoneábamos ju- gando a las visitas, acabando por salir a la calle, a dar la vuelta a la "manzana", mientras, la pobre señora ignoraba los terri- bles percances por los que pasaban sus lindos vestidos traídos de París. Al mismo tiempo que atrevidas, éran1os bastante tímidas, teniendo un miedo loco a los borrachos que a e.sa hora pululaban por las calles. Las más veces el paseo acababa en carrera loca hasta la casa: llegábamos jadeantes, ahogándonos de susto, afa- nadas en disimular nuestro agitado regreso. -Nunca nos pes- caron, salvándonos siempre de la merecida reprensión. Tenían en la casa un perrito blanco, lanudo, de orejas ama- rillas; no era fino, pero parecía haber reunido en sí toda la in- teligencia de las diferentes razas de que ·era el producto. Era nuestro compañero de juegos el simpático "Minet", como lo llamaban. En Francia este nombre se da sólo a los gatos; pero
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