Mi Manuel

- 52 - En cuanto a mí, no me abandonaba el deseo de regresar a Francia, aunque lo presentía todavía lejano. Hasta que un día mi papá me explicó creer serle ya difícil volver, por haber cam- biado todo su dinero francés en soles peruanos y seguir muy bajo el cambio sobre París. En vista de eso, había decidido man- dar a mi hermano solo a Francia, para arreglar diferentes asun- tos pendientes, -entre ellos, el de la casa que continuaba cerrada desde nuestra partida. Con bastante pena ví esfumarse mi última esperanza; lo único que me consoló fué la seguridad de resultar un gran bien para la salud de mi padre.- Partió entonces mi hermano. En Belén todos los años, en los primeros días de junio, las madres escogían a las niñas que debían hacer su primera Co- munión y entre ellas fuí designa.da . Esa ceremonia me traía grandes recuerdos de mi hermana Marthe y me preparé a celebrarla con mucha devoción. En Francia el vestido de la Primera Comunión es de muse- lina blanca con amplio vuelo rozando el suelo. Una corona de. rosas blancas les rodea las sienes. que un gran velo, también de muselina les cubre hasta los pies. Así vestida ví a mi hermana, rodeada de sus compañeras igualmente envueltas en sus vaporosos velos. blancos; parecién- dome al verlas todas juntas, un coro de ángeles aleteando, para volar al cielo. . . Poco tiempo después se realizaba la mística visión partiendo mi hermana para siempre. Este cuadro se me había gravado profundamente en la ima- ginación y se lo quise recordar a mi padre, pedí a las madres me permitiesen vestirme como se usaba en Francia a lo _que ac- cedieron y mandé hacer mi vestido de boda '(espiritual". Con gran fervor entré al retiro con que nos preparaban ocho días antes y llegó el gran día. Mi papá invitado especial- mente por las madres, asistió a la ceremonia. Después fuí al salón, para saludarlo. Yo estaba muy emocionada, pensando en la que había querido ·evocar; nos abrazamos en nombre de nuestras dos Ausentes, que en mi inocente ilusión creía nos ' ' veian desde el cielo ... Al otro día 12 de junio de 1876, segundo aniversario de la muerte de mi mamá renové mi primera Comunión y por la tarde Monseñor Bandini, Arzobispo de Lima, vino a confirmarnos, con toda la solemne pompa que requiere esa gran fiesta católi-

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