Mi Manuel
-47 _ . Muy satisfecho se manifestó mi papá y acto continuo ce- rró el compromiso de traerme de nuevo el 15 de f ebrer o; día en que empezaba el año escolar 1876. Mucho me impresionó oírle tomar tan rápida y terminante decisión; sólo en ese momento me dí cuenta de h aberse t ermina- do para mí los f elices días de lib ertad de que gozaba desde mi sa- lida de Francia ... Solté el llanto, recordando mi antiguo convento, mis queri- das monjitas para quienes desde el primer día fuí la "nietecita querida", el "corderito preferido" pesándome haberme resistido a regresar a Francia, donde me esperaban de nuevo sus caricias y mis ya lejanos recuerdos. Al verme llorar la Madre Superiora me quiso consolar, ase- gurándome que en esta nueva casa, estaría como en mi propia patria, siendo francesas casi todas mis nuevas maestras; pero no me convencieron sus palabras, comprendiendo que era un imposible me devolviera el amparo de mi hermana desapareci- da, ni todo el cariño de las que habían sido las maestras de mi mamá ... Al día siguiente empezaron a confeccionarme las dife- rentes prendas que exigía el reglamento: un traje de cache- mira negra con ancha faja azul en el ruedo y una esclavina con igual adorno, formaban el "uniforme" que me debería poner los domingos. De muchos otros accesorios constaba la lista que para mi mayor agrado, se completaba con una manta. Desde mi llegada a Lima era uno de mis grandes deseos te- ner manta y ver cumplirse las palabras del amigo don Fausti- no: "Tú también te tendrás que poner " . . . Cascabeleándome siempre el deseo de imitar a las limeñas que yo veía andar por las calles, completamente cubiertas por asos largos mantos negros. A escondidas de mi papá para que no se riera de mí, me envolvía en mi amplio "Waterproof" traído de Londres y me miraba al espejo, para ver como me quedaba el cucurucho que me formaba en la cabeza, encantada de monear la extraña moda peruana, que nunca había visto usar en ninguna otra parte. Terminados los preparativos de mi "trousseau" de helenis- ta, llegó el 15 de febrero y mansamente me dejé llevar a mi nue- vo encierro. Muchas lágrimas derramé al despedirme de mi pa-
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