Mi Manuel
XLIII JULIO 22 DE 1918 Al otro día 22 de julio, temprano, sentada al lado de la cama, le leí los cables de la Guerra y otras noticias de Euro- pa. Como a las diez hubo un ligero temblor, pero él como siempre no hizo el menor caso y seguí mi lectura. A las once se levantó y se fué al baño. Recuerdo que al vestirse, se le cayó la camisa a la tina y me llamó para que le diera otra. Al poco rato volví y lo ví ya vestido, poniéndose los zapatos, me hizo ver que no estaban hinchadas sus piernas, como otras veces: -"Todavía puedo vivir unos trHs años" ... , me dij o y le tapé la boca con un beso, para que no siguiera hablando, pues me mortificaba verlo perseguido siempre por lu idea de la muerte. Luego fuímos a la sala y siguió la lectura de "La Pren- sa", comentando juntos las noticias del día. Ya cerca de las doce, fuímos al comedor, él tomó sólo un vaso de leche e,sperand_o llegara la hora de partir. Le enseñé un candelabro de bronce dorado, que yo misma iba a limpiar, pues las sirvientas lo malograban arañándolo, le dij e. -"Haces bien, lo mismo hacía mi mamá" ... En ese momento levanté los ojos viéndole cerrar los su- yos, ya sin seguir hablando. Avancé hacia él y al rato dió un gran suspiro, el último; pero en ese momento no lo creí. Le agarré la cabeza entre mis brazos y llamé: vinieron las sirvientas y corrieron al teléfono. No contestaron de la ca- sa del doctor Flores y entonces las mandé que trajesen cual- quier médico; no sé cuanto demoraron ni quienes vinieron;
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