Mi Manuel

-457- . ~sí 1 este ateo, ese descreído, sin más fe que la de su pa- tnohsmo, guanda esas pobres flores secas que simbolizan .el sacrificio de esos infelices; el gesto sublime y poético de una grandiosa y universal religiosidad: la del heroísmo. Manuel confiado en la alta idea que tenía de Clémenceau, no dudaba1 ya del triunfo final, aunque no tuvo el consuelo de presenciarlo. Llegó el 2 de julio y como todos los años fuímos a la huer- ta a dar un abrazo a Isabel por s·er el día de su santo. La encontramos más rodeada que nunca de 1sus queridos. frailes, sucediéndose por turno en venirla a felicitar. También estaban allí sus numerosas y devotas amigas, todas ellas trayéndole re- galos especiales, de utilidad para el culto, sabi.endo ser 1su ma- yor placer, obsequiárselos a su vez a los frailes. Una de sus "compañeras" como se dicen entre ellas las beatas que se confiesan con un mi:smo fraile, le trajo un cor- te ide terciopelo negro y al extrañarme de semejante regalo, vien- do a Isabel siempre vestida con su traj 1 e llano de lana, ella me explicó ·ser para las casullas del servicio de difuntos. Pe- na me dió que fuese destinado a tan lúgubre uso, la rica y elB- gante tela. Cosa rara: ·en lugar de manifestarle fastidio a Ma- nuel la;s. santas amigas de Isabel al saberlo tan poco devoto, pariecían por el contrario extremar con él sus más amables sonrisas, tal vez por atraerlo y hacerle simpática esta santa religión que él desdeñaba. . . Lo mismo ocurría con los frai- les, siempre atentos con él, aunque no se atrevían a tutearlo, como según me contó Manuel lo había hecho el confesor de su madre muchos años atrás en su casa de la Merced. El, sin decirle palabra y a espaldas de su mamá, le había clavado tal mirada, que el fraile comprendiendo en el acto y sin protes- tar, le había tratado respetuosamente de usted. Estos santos amigos de Isabel parecían no saber o al me- nos fingían ignorar, los ataques del Padre González en su li- bro "Páginas Razonadas", contestadas a la·s "Pájinas Libres" de Manuel, en que este revierendo le trataba hasta de borracho, con el pretexto de que "algo se le ha de decir". . . como le contestó a mi amiga Margarita, cuando protestó de que Ma- nuel fuese borracho. A Isabel se le veía feliz ante estas demostraciones de sim- patía que le prodigaban a Manuel toda esa gente de iglesia,

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