Mi Manuel

XLI TROZOS DE VIDA . Yo veía ~ Manuel ,si.empre ocupado en escribir sus versos, sm nunca tratar de sorprender lo que él parecía celoso de es- eonder. Hasta que una tarde encontré esas mismas cuartillas olvidadas sobre la mesa de mi cuarto; sin resistir a la oca- sión que se me ofrecía, de hoja en hoja las fuí leyendo. Un inmenso desconsuelo me invadió al continuar mi lec- tura, pues cada: composición era el grito de dolor de un co- razón desgarrado: reprochaba a la Vida no ser más que un vil y perpetuo engaño; desafiaba a la Muerte encarándos·ele, diciendo no importarle desaparecer. . . Sollozando desespera- damente, hasta me olvidé de irlo a buscar a la Biblioteca y lle- gó él mismo encontrándome llorosa aún, sus cuartillas dispe.r- sas a mi lado. -"Tú que nunca hablas de la muerte como me engañabas ... , le dije no más. -"N'en parlez jamais, mais pen- sez y touj onrs !" ... , me contestó, re.pitiendo el conocido verso francés y con la magia de iS"us be.sos me consoló. Cesé de llo- rar pero quedé muy impresionada, al haber penetrado tras :de esa aparente fría indiferencia suya, viendo todo el de1sengaño que llenaba su pobre corazón. Hasta ofendida me sentí en mi cariño al constatar ser de tan poco consuelo para él. Luego re- flexioné y pensé que los más literatos y poetas sobre todo, sue- len recurrir al alcohol o a los narcóticos para producir sus me- joras obras.. Así tal vez él para excitar su cerebro, había re- concentrado su idea en la Muerte para expresar la quinta es·en- cia de su pensamiento.

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