Mi Manuel

XLI CLEMENCEAU A pesar de nuestras preocupaciones respecto al viaJe de Alfredo, Manuel había s·eguido pendiente de la Guerra Euro- pea en esas alternativas de esperanzas y temor, según se suce- dían los acontecimientos. Hasta que en abril de 1917, entraron los Estados Unidos al lado de los Aliados. Yo había exigido de Manuel que se levantara tarde y sen- tada al lado de su cama, todas las mañanas le leía yo las no- ticias. El muy atento me escuchaba, haciendo luego entre los dos largos comentarios sobre lo ocurrido, siendo ·su gran temor que llegasen tarde los. americanos. -"¡Desgraciado, ·el que no vea el fin de esta guerra!" ... , me decía sin pensar que él fue- se uno de ellos, pues aunque no quería ver a ningún médico, seguía estrictamente su régimen, obligado por mí, mantenién- dose aparentemente en el mismo estado. Lo que más tranquilizaba a Manuel, respecto a la Guerra, era ver a Clémenceau al frente del Ministerio de Francia, con- siderándolo como .el hombre más inteligente y único oapaz de salvarla en esos. momentos críticos. Siempre había admirado la gran energía de su carácter; leído toda.s sus libros, sabía de sus ideas avanzadas; tenaz en sus odios y deseos de revancha contra Alemania, corno él mis- mo lo era en su rencor a Chile. Personificando muy bien su apodo de "Tigr·e" embistien- do con fier·eza a los que se le enfrentaban, en ·esa política ras- trera y oportunista de Francia entonoes.

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