Mi Manuel

- 443 - ras!", me dij o él con lástima; estábamos los dos solos en me- dio del mar: ya nadie oiría los quejidos de mi Hanto. Sin em- bargo se acercaba rápido un bote y en el reconocimos a Ra- fael Loredo. Supe después, que por favor lo dejaron subir al vapor y al llegar le dij o a Alfredo: -"Allí, acabo de ver ,a tus padres ... , tu mamá va bramando. . . Par,ece que al oírlo recrudeció la pena de Alfredo y llegando el último momento se despidieron los dos amigos en un último y fraternal abrazo. Lo más penoso fué el regreso: esa 1sens.ación de vacío que sentimos al entrar a la casa y ,especialmente en el cuarto de Alfredo, donde por todos los lados se veían aún las huellas de su partida. Manuel comprendiendo mi pena, me consolaba con afec- tuosa solicitud en esos momentos en que me veía tan triste·. Yo agradecida, pensé entonces que el pobre también sufría y 's,er mi deber sobreponerme y disimular mi pena. Desde entonces, nuestro consuelo fué seguirlo hora tras hora en pensamiento, adivinando ·sus múltiples di1s1tracciones a bordo, contando los días que le faltaban para llegar a Valpa- raíso, de dondo seguramente nos haría un cable. Y así fué: en él nos decía estar bien y .seguir a Santiago para asistir a una recepción oficial. Rabia le dió a Manuel pensar que no pudie- se prescindir del sarcástico agrusaj o chileno, donde de nuevo sin duda, les harían comer "gallina a la limeña", el plato que tan sabroso les supo a los de la "Delegación de Artesanos. Pe- ruanos", años antes en su "visita cordial" a Chile, sin compren- der la ofensiva alusión a la derrota peruana. Por fin supimos de !SU feliz llegada a Buenos Aires y de su alborozo en conocer la capital argentina. Largas fueron sus cartas, descriptivas; contándonos de sus hermosas aveni- das bordeadas de árboles, siendo el mayor atractivo de la gran ciudad; avisándome vivir ,en la calle Callao, "mejor ella so- la, que todo el Callao junto", según expresión de don Augusto. También nos contaba de la amabilidad de toda la familia Durand, comiendo con ellos los más días, cediendo a las ins- tancias de la señora doña Emilia y al cariño fraternal de las dos niñas. Nosotros también le contestábamos, .escribiéndole ca.da 1 s:e- mana. Manuel cuatro palabras, 1s1iempre .en broma, tras de la cual disimulaba risueño la nostalgia de su ausencia: conti-

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