Mi Manuel

, - 441 - lismo inveterado de viejo profesor, que sufre al ver a su alum- no eximirse de un deber que él calificaba "importante" e im- prescindible. -"Pero doctor, lo interrumpió Alfredo, sólo faltan quin- ce días para embarcarme". . . Y él con esa eximia amabilidad que lo caracteriza, agregó: -"Pues mi amigo haga una te.s,is como si escribiera un artículo de periódico y preséntemela. Alfredo aceptó, y tres días después le llevaba unas vein- te páginas sobre: "La Iniciativa y el Referéndum en la forma- ción de las leyes" . En el acto cumpliendo con su oferta el doctor Manzan]- lla, citó a los demás ca tedráticos y dos días despué·s él mismo le entregaba el diploma de Doctor en Ciencias Políticas y Ad- ministrativas. Era 1su tercer título de doctor, el único que le. faltaba a Alfredo para completar la tr]ple coraza de combate que otorga la Universidad de San Marcos de Lima a sus discípulos, para desempeñar "legalmente" los cargos seleccionados de la Na- ción. Muy ligeros corrían los últimos días; isus amigos aca- parándolo como cariñoso tributo antes de la separación. Manuel y yo seguíamos disimulando nuestra tristeza, es- perando estar solos' los dos para hablar con libertad; antici- pando ese frío del nido vacío, donde nunca más estarfa com- pleto nuestro cariño familiar. Pronto llegó el 23 de Septiembre, la triste fecha que desde 1 semanas atrás veíamos llegar con temor por ser la de la se- paración. Levantados temprano, después de una noche de in- somnio, Alfredo y yo nos afanábamos en terminar los prepa- rativos en sus últimos detalles, ocupando nuestras manos, pa- ra no dejarnos arrastrar por la ·emoción que queríamos domi- nar. Mientras, Manuel como siempre libro en mano, parecía estar ausente, lejos de nosotros, probablemente también lejos de su lectura, con esa energía y fuerza de voluntad, en la que nunca dejaba traslucir sus. pensamientos. Llegó la hora del almuerzo, ocupamos nuestros asientos casi sin mirarnos, temiendo que nuestros ojos revelasen lo que tanto queríamos disimular y luego fué la hora de partir. Alfredo antes de salir se despidió de los sirvientes y en una última ojeada en su alrededor, vió a Naní a quien acababan

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx