Mi Manuel

- 438 - comendaba yo entonces cuando se acercaba a darnos un beso en la frente a Manuel y a mí y a veces me decía: -"¿Puede. 5 re- galarme un sol?" ... , por supuesto yo accedía en el acto le- vantándome y él me seguía, al llegar a la mampara del come- dor, corregía: -"¿No podrían 1 ser dos?". . . y así andando ha- cia mi cuarto, Ueg~hamos hasta mi ropero: -"¡Una media li- bra no sería mejor!" ... , y yo riéndome le daba dos., lo que me valía un buen a.brazo suyo. Ya contento se iba entone.es, recal- cándome volver temprano: lo que nunca cumplía.. Ido él y regresando yo a mi asiento, me preguntaba Ma- nuel cuánto le· había daido. -"Una libra", le decía yo.- "Bien hecho, me contestaba. él, nunca le niegues, es muy triste para un muchacho de rsu edad, no llevar dinero en el bolsillo". Y así lo engreíamos entr·e los dos, contentos. de verlo fe- liz, deplorando yo no más, que estais benditas pruebas lo obli- gasen a r.ecogerse tarde. En verdad, a Manuel no le molestaba pues él, en cuanto ponía su cabeza en la almohada se queda- ba profundamente dormido, sin desperta,r hasta el otro día; pero yo, nunca me dormía antes. de sentirlo volver y como te-:- nía que pasar por mi cuarto para ir al suyo, a él le fastidiaba mucho esa tena,z e inevitable vigilancia materna, esperándolo. Qué felices pasaban para nosotros los días en esa unión de los tres; descontados los pequeño:s 1 fastidios de la vida quB no atacando el cariño, no dejan huellas tras ide sí. Desde an- tes de perder mi felicidad, tuve a orgullo haberla sabido esti- mar y apreciar como la merecía. Una tarde estando Manuel en su escritorio trabajando co- mo siempre o rehaciendo tal vez sus antiguos verso.s·, en su eterno descontento que le era tan peculiar; Alfredo y yo juntos en la. sala, conversábamos amigablemente. Luego, sacando un papel, me enseñó una larga lista que me hizo leer: -"Tengo que renovar mi vestuario y aquí está enumerado todo lo que necesito", me dij o muy seriamente. En efecto, eché una ojeada al papel y ví que al final suma- ba dos mil ·soles, pues cada prenda constaba de su valor aproxi- mativo. -"Está muy bien mi hijito, en todo será atendido tu pedido", le contesté con la misma gravedad fingida que él me había hablado; recibí, doblé y guardé el papel sin discutir el asunto.

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