Mi Manuel

- 437 - A mí también me quería cate·quizar, diciéndome que su hijita de tres años, "ya oía 1 sus vocecitas". -"La va a volver loca", decíamos nosotros. Estos detalles que recuerdo ahora, son un simple tributo de afecto que dedico a 1 e 1 stos fieles amigos que ·estimaron a Ma- nuel; pues todo quedaba olvid8Jdo en esos momentos de inquie- tud de la guerra, que 1s 1 e prolongaba indefinidamente, en esos dos años de continua matanza, sin pode.rse aún prever cuán- do ni cómo terminaría. Tristes reflexiones hacía Manuel ante esa masa de carne humana sacrificada injustamente: ya sin oponer razones. de doctrinas ni de reformas sociales, ante el hecho brutal de la in- vasión, sin quedar má;s 1 que vencer o morir. Alfredo a pesar de haber regresado al Ministerio seguía en "La Prensa", entretenido en esa vida periodística, en medio de la que se había criado, casi 1Se podía decir, asistiendo a las con- tinuadas luchas ide Manuel al escribir atacando a los diferen- 1es gobiernos. De espíritu más inquieto que su padre, tal vez por su cin- cuenta por ciento de sangre frances.a, su estilo reflejaba la ve- hemencia de sus veinte años, burlones y .satíricos en atacar; poeta y soñador a sus ratos como Manuel, srns crónicas sema- nales. interesaban a sus lectores amigos. A mí me era sobre todo simpática su defensa a los animales y una noche que lle- gando, me contó haber libertado a todos los perros de la Ct-ure- ta Municipal, lo recompensé con un gran ab~azo de agradeci- miento, por haber "cometido" esa buena acción. Al otro día. lo escribió y publicó pareciéndome el mejor de sus artículos. Pero tenían para mí un lado malo sus faenas periodísticas, siendo el motivo de sus cotidianas venidas. tarde, para ir a "co- rregir sus 1 pruebas" ... Yo no podía oponerme a esa imprescindible necesidad de todo escritor; a Manuel se las traían siempre a la casa por es- pecial deferencia y nunca tuvo que salir a l.a calle para corre- gir sus escritos.; pero el muchacho había encontrado un buen pretexto para aplanar mis resistencias maternales, de verlo lle- gar tarde en laJs, noches. Desde ·entonces, después de comer con su buen puro en Ja boca, envuelto en .su amplio abrigo "Opera", como decía lla- marse, se despedía de nosotros.. -' '¡Ven temprano! ... , le re-

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