Mi Manuel

- 435 - ciar sus puestos. -"Son tan pocos en nueis 1 tra vida nacional, los 1ej emplo-s dados por hombre1s dignos, de conciencia recta, que hoy nos toca realzarlos, señalándolos como ejemplos y pro- pongo sean repuestos los que renunciaron sus cargos". El pedido fué aprobado por unanimidad. Manuel fué rein- tegrado a la Biblioteca, Germán Gutiérrez de Secretario, Raúl Rey y Lama en el Ministerio de Gobierno, Alfredo en el de Re- laciones Exteriores, en la Sección :de Límites. Muy honroso fué para todo 1 s ellos esa reintegración a sus puestos, agradecidos de que hubiesen apreciado el valor de su gesto altivo. Durante la ausencia de Manuel, su suce,sor el mismo que tanto lo atacó: "dudando mucho de, su competencia en dirigir la Biblioteca" juzgándose a sí mismo muy capaz de desempe- ñarla, se mostró bastante descontento con las 25 libras del sueldo y con mucho afán se dedicó a que se le aumentase a 40 libras, yendo personalmente donde cada Senador y Diputado, a empeñarse con ·ellos. Pero lo triste para él, 'SÍ no fuese hasta jocoso, es que ape- nas aprobaron las Cámaras el aumento del sueldo, Manuel fué reintegrado a su puesto de Director. Risa dió a todos; aplicán- dole muy a pelo el dicho popular: -"Nadie ·Sabe para quien · trabaja" ... Verdadero ·sarcasmo de la traviesa Casualidad, qu'3 esa vez hizo bien las cosas ... Al volver Manuel a la Biblioteca, fué recibido con todo cariño por los empleados amigos suyos, encantados al tenerlo otra vez de j efo. Yo también regresé todos los días a sacar a Manuel, vol- viendo a ver con gusto el jardín cada vez más florecido y que aun habían rerspetado (suprimiéndolo poco después de su muerte). Pasada la época de luchas contra Manuel, sus enemigos callados y humillados ya na1da le podían decir, después de ha- ber tirado a la cara de Benavides, el puesto que tanto le ha- bían reprochado aceptar. Algunos, hasta le buscaban la cara para. saludarlo; él algo miope ni los I'econocía al pa:sar, pero yo sí y me daba el placer de reírme de es 1 os sinvergüenzas has- ta en 1 Su misma cara. Venían como siempre nuestros viejos amigos: el doctor Nemesio Vargas, muy atareado en la publicación de su Histo-

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