Mi Manuel

XXXIX LA GUERRA DE 1914 Graves rumores llegados de Europa hacían temer una próxima guerra; cables alarmantes ·se sucedían sin dar siquie- ra tiempo de coordinar las ideas, precipitándose los aconteci- mi1entos. Ya pronto fué un hecho la invasión de los alemanes en Bélgica, poniendo ellos descaradamente en práctica la nue- va teoría de "Ohiffons .de papiers", al romper los contratos y promesas voluntariamente firmados. La valerosa Bélgica se irguió toda entera, haciendo fr.en- te a sus enemjgo•s.: -"Vous ne passerez pas!" ... , repitió la na- ción toda como un solo hombre, por boca de su Hey Alberto y salvó a París de ser invadido, al resistir ellos valientemente. Pronto atravesaron Bélgica quemando, arrazando todo a su paso", como ho r da de bárbaros.: bibliotecas, museos, etc., na- da escapó a su des trucción, hasta que penetraron en Francia. Mientras, en Lima todos los jóvenes hijos de franceses quisieron partir; hasta los frailes de las órdenes religiosaiS 1 fran- ce.sas rse fueron, "reclamando . su derecho de ir a defender a Francia". Uno de los. primeros en alocarse materialmente, fué el doctor Guermarquer, desesperado por ir a curar a sus her- manos heridos. Para nosotros fué un verdadero descalabro su partida, Manuel a pesar de mis ruegos, se negó tenazmente des- de entonces., a que lo viera otro médico. · rrambién nuestro amigo Monsieur Turpeaud, ya viudo y con cuatro hijitos, vino a despedirse de nosotros, anunciándo- nos partir con su pequeña familia. Me espantó su actitud y no pude menos que decirle no parecerme ,ser su deber, pues

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