Mi Manuel

----. 424 - Alfredo solicitado por el doctor Durand, entró a "La Pren- sa" de secretario, siendo Glicerio Tassara el director. Allí em- pezó Alfredo a escribir unas crónicas que firmaba con el seu- dónimo de "Ascanio"; algunas de concepto algo atrevidas que eiscandalizaron a unas cuantas beatas, llegando sus quejas a oídos de Isabel: -"¡,Es verdad que Alfredo firrn.a "Ascanio", lo que escribe en "La Prensa"?, me preguntó con tono apena- do, pareciendo implorar que la engañara si fuera verdad. P.e- na me dió la pobre tía y de pura lástima me creí obligada a mentir: -':No lo he oído decir nunca" ... , le contesté jesuíti- camente y sµ cara se puso tan placentera, que me sentí perdo- nada ante mi propia conciencia. ¡Hay mentiras santas! ... , di- cen las beatas. En esa misma época, en las horas que le dejaban libres sus estudios, Alfredo se dedicó con mucho entusiasmo a la foto- grafía, desarrollando él mismo sus placas en los consiguien- tes baños y en cuarto obscuro improvisado por él mismo. A mí también mé entretenía verlo trabajar, instruyéndome prác- ticamente a la luz roja de su linterna, en rel entretenido arte de desarrollar. Uno por uno citó a sus amigos para ~etratarlos, J. Be- laochaga, J. B. Goyburu, Carlos Concha, Raúl Rey., etc., todos ellos posaron en el patio, al pie de la ventana de la sala, co- mo lo recordarán hasta ahora supongo. Por supuesto nosotros tampoco escapábamos a sus ensa- yo:s y entre ellos "Manuel haciendo goma" fué uno de sus mejores éxitos, sacándolo desprevenido, pues él aborrecía re- tratarse. Recuerdo que Rafael Lor8do habiéndole prestado una es- pléndida máquina, Alfredo insistió con Manuel en que se de- jara sacar un "buen" retrato, y desde la víspera le señaló la mejor hora para la luz. Llegado el momento lo llamó y lue- go lo buscó en vano por toda la casa, él a las calladitas se había 'ido a la calle, sin que lo viéramos salir. Furioso se puso el muchacho al verse así burlado y cuando al cabo de una hora, Manuel regr esó muy risueño y satisfecho de la mala pasada, Alfredo no le dirigió el menor reproche, pero a su vez se fué a la calle, sin darle como siempre el beso de despedida.

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