Mi Manuel
- 409 - jado, hecha por Reinaldo Luza, también presente y amigo su- yo, que Alfredo aun conserva como recuerdo del ce1ebrado día. "Au deissert", le obsequiaron una placa de bronce que lu- cía 1 en gruesos caracteres el nombre del novel abogado, colo- cada uno:s días después .en la calle de Negreiros, al lado de la de Carlos Concha, junto con quien abrió Alfredo su es- tudio. Ya por terminarse el período de Leguía, empezaban a agi- tarse los partidos políticos para nuevas elecciones presiden- ciales. Don Guillermo Billinghurist había de: nuevo adquirido popularidad al desempeñar con acierto la Alcaldía de Lima en meses anteriores y ahora impelido por sus amigos, sintió de nuevo renacer sus antiguas ambiciones, segadas brusca- mente por Piérola en 1899, quien olvidando sus prom0sas le había. preferido Romaña. Como siempre, 1se formaron clubs eleccionarios y a la. ca-- beza de ellos hicieron milagro:s de 1 propaganda nuestros ami- gos Francisco A. Loa.yza y Abraham Valdelomar, recorriendo las calles, vivando a Billinghurst, haciendo revivir el entusias- mo del pueblo por el antiguo pierolista, injustamente aban- donado por su ex-socio financista y amigo. Su contendor era don Antero Aspíllaga candidato del Par- tido Civil, quien menos belicoso y populachero no arra 1 straba la multitu1d1 a esas manifestaciones callejeras. Par.ecía realmente agresiva esa poblada armada de revól- veres, de:scargándolos al aire, gritando "mueras" y "vivas" ex- citados por el alcohol y sin saber ellos mismos hasta que ex- tremo podrían llegar. Cada día renovaban sus griterías por las calles fomentando bochinches, obligando a las gentes a cerrar sus puertas sin atreverse a salir. Una noche de esas, a la hora de comer, siendo más tar- de que nunca y Alfredo demorando en llegar, mucho me asus- té al oírlos gritar y disparar al pasar por casa, temiendo que algo le hubiese sucedido a mi hijo al venir. Los minutos me parecían horas en esa interminable an- gustia, hasta que convencí a Manuel en ir a la Asistencia Pú- blica, calle de San Marcelo, .a ver si no lo habían llevado h e- rido. Ya en momentos de salir, llegó el muy tunante, fresco y
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