Mi Manuel

- 404- A pesar del ajetreo de nuestra vi:da, Alfredo seguía im- perturbable sus estudio1s 1 en la Universidad, recibiendo repe- tidas muestras de simpatía de los que estaban de parte de Manuel, desdeñando 101s asoJ.apados reflejos del encono de sus adversarios, que sobre todo adivinaba, pues desde jóvenes sa- ben disimular sus malas pasiones. Pero él, risueño y orgullo- so, dominaba el combate, seguro del triunfo final de su padre. Ese año se reunió en Lima el Tercer Oongre1so Estudian- til Americano, del que Alfredo había sido nombrado repl'e- sentante por Méjiro. Con ese título asistió a todas las sesio- nes del Congreso y a las fiestas sociales que ofrecieron en ho- nor de los visitantes. Entonces fueron sus primeros ensayos de la etiqueta en el arte de vestir, reemplazando la cómoda y hasta fingida dejadez de la indumentaria diaria. Se acom- pañaban unos a . otros, para evitar.se la "pavorosa" entrada solos a los salones. Hecuerdo que una noche vino a buscarlo su compañero Hernán Bellido muy de· smoking y ahogándo- se en la faja almidonada de su cuello duro; su pescuezo ne- roniano rebalzaba; haciendo penosos esfuerzos para res.pirar y sin querer se nos comunicaba su propia fatiga, a los que lo mirábamos. Repartiieron artísticas medallas, conmemorativas entre. los Representantes y Alfredo tuvo la suya, que; me regaló despué1s;; yo a mi vez la lucí como trofeo de sus primeros éxitos estu- diantiles. Luego, algún tiempo después el doctor Ourle.tti Catedrá- tico de la Facultad de Ciencias, organizó y encabezó una ex- cursión estudiantil a Panamá. Unos veinte muchachos fue- ron seleccionados y entre ellos Alfredo. Fué entonce;s 1su pri- mer y verdCLdero vuelo fuera del hogar, encantado, unido a la novedad del viaje el duplicado placer de ir con .sus amigos y compañeros de estudios. Las despedidas fueron breves, no hubo lágrimas ni tris- tezas, sólo fueron sonris.a;s. ¿Quién no compartiría la alegría de todos, al verlos partir felices? El viaje a bordo fué un continuado juego entre bromas y risas. Llegaron a Panamá, allí visitaron los trabajos del Ga- nal; vieron las esclusas aun sin terminar, la admirable obra de ingeniería americana triunfando, donde los franceses fra- caJSaron vergonzosamente.

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