Mi Manuel

- 402- efecto, reconocimos la letra de un antiguo amigo del que con-- servaba Manuel varias cartas. Lo que más nos extrañó fué que el director de "La Pren- 1sa", Alberto Ulloa, hombre más tranquilo, siquiera más cons- ciente, al ver la ingratitud de su autor, no lo hubiese obli- gado a ca.Uar. Manuel guardó ese nriginal en un sobre jun- to con sus otras cartas y lo rotuló: "Un canalla". Yo aun lo conservo. Pronto cundió el ejemplo dado por el que menns tuvo derecho de, faltar a Manuel. Cada "joven decente" se sintió ya obligado a exteriorizar !sus rencores contra él: artículos, caricaturas, telegramas a provinciia1s, de todo se valieron pa- ra manifestar su odio. Cada uno se juzgó autorizado y hasta con derecho para devolver el golpe dado a sus antepasados, sintiéndO'se aludido en "Nuetra Aristocracia", "Nuestros Oon- s·ervadores" vengándose de cada palabra de verdad, dicha en "Horas de Lucha", aplicándole 1a él a su vez sus propias pa- labras; Manuel resultó "ventral" y "vendido" por haber acep- tado la dirección de. la Biblioteca, que otro con toda su familia, habían ocupado durante treinta años, cebándose en ella "ino- centemente", toda iSU vida. Hasta desde Arequipa resolló el "Arlequín", antiguo de· f ensor de las libertades, dando palot.adas de ciego, sin saber de qué se trataba, mal informado por la venenosa propagan- da lanzada desde Lima por los atacantes de Manuel. Discul- pándose luego, al comprender que se había ",equivocado", después de haber hecho el daño ... En fin de nuevo se reunió el Comité de los admiradores de Palma y decidieron ofrecerle una gran velada en el Tea- tro Municipal: José de la Riva Agüero, Felipe Barreda y Laos, Juan B. de Lavalle, José Gálvez y Felipe Sassone cerrando el paso muy honrado al verse en tan noble compañía, el hijo del "hombre orquesta". Por supuesto abundaron las flores1de retórica, bien roceadas con los puazos a Manuel, gozados y muy aplaudidos por el héroe de la fiesta, que también habló al final, dándole su tiro, como la patada del burro, del célebre cuento. No tardó, el ·señor Palma en recibir su merecido. Llegó el día de presentar al Gobierno la Memoria, en que cada año de-

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